(Extraído del Blog hermano: Bios et al.)
En relación a la vida que se desarrolla en ellas, las islas son las formaciones geológicas más interesantes. Existen islas en ríos, lagos, estuarios y océanos; en este artículo prestaremos especial atención a las islas oceánicas. Una isla se forma de distintas formas, por un ascenso del nivel del mar (por ejemplo, muchas de las islas del norte de Europa), por hundimientos de tierras costeras (las islas del Reino Unido, y Japón), por acreción de sedimentos en los deltas (las islas en los deltas de grandes ríos como el Amazonas, el Nilo, el Ganges, el Yangtzé, Mississippi, etc.), por surgimiento de formaciones geológicas subacuáticas como volcanes (las Galápagos, Hawái, Islandia, las Azores, las Canarias y todo un sinfín de islas) o cadenas montañosas (las Malvinas), por construcción coralina sobre las anteriores (en el caso de las islas asociadas a Atolones) o por el movimiento de fragmentos de la corteza terrestre hacia zonas oceánicas aisladas de otras masas de tierra grandes (en el caso de Groenlandia, Madagascar, Sumatra, Borneo, Nueva Guinea, Java, las Célebes, Nueva Zelanda, etc.).
Figura 1. Escena en Groenlandia, la isla oceánica más grande del mundo.
Generalmente, las islas más interesantes son las volcánicas dado que la biota que se presenta en ellas se conforma de especies descendientes de colonizadores pues en los primeros momentos de la isla, esta se hallaba estéril dada la naturaleza de su formación a partir de lava procedente del interior de la tierra. Aunque la biota presente procede del continente(s) más cercano(s), esta se ha modificado llegando a presentar verdaderas extrañezas que son únicas e irrepetibles para cada isla; en estos casos peculiares se encuentran animales gigantes o enanos con respecto de sus pares continentales.
Figura 2. Las Galápagos, ejemplo típico de islas volcánicas con biota única.
Entre los ejemplos de gigantes podemos mencionar ratas como en las islas de Flores, Tenerife y Menorca; liebres en la de Menorca y Ryukyu; lémures en Madagascar, patos como en Hawái, palomas en Mauricio y Rodríguez; ‘megapodios’ en Nueva Caledonia, águilas en Nueva Zelanda, loros en Nueva Zelanda y Mauricio; búhos en Cuba, tortugas en Mauricio y las Galápagos; varanos en Komodo y Australia, geckos en Nueva Zelanda, Rodríguez y Nueva Caledonia; escincos en Mauricio y Nueva Caledonia; grillos en Nueva Zelanda, entre un sinfín de distintas especies que en las islas se hicieron más grandes.
El proceso que lleva a ciertas especies hacia el gigantismo insular depende de varios factores relacionados de manera directa con los recursos, la competencia y la sobrevivencia, por ejemplo, algunas especies de carnívoros y herbívoros continentales poseen tallas pequeñas y usualmente no pueden competir contra especies más grandes y eficaces para obtener recursos por lo que permanecen con tallas moderadas –tal y como sucedió con las tortugas de las Galápagos-, pero una vez que consiguen ingresar a un ecosistema libre de grandes competidores, la presión selectiva será positiva y la especie será de mayor talla “llenando” así el vacío de nicho ecológico (rol que desempeña la especie en el ecosistema) existente por la ausencia de grandes competidores. Otro factor que lleva al gigantismo es la ausencia de depredadores, en este caso las especies que alguna vez fueron continentales suelen tener tallas moderadas o pequeñas debido a que con estos tamaños corporales es más fácil encontrar refugio contra los depredadores de mayor tamaño; una vez libres de esta presión negativa, algunas especies en ausencia total de depredadores pueden alcanzar mayores tallas – tal y como sucedió con la liebre gigante de Menorca por ejemplo-. Finalmente estos factores pueden actuar de manera sinérgica logrando verdaderas rarezas biológicas.
El fenómeno contrario al anteriormente descrito es el enanismo insular, este depende principalmente de los factores relacionados a la consecución de recursos y a la competencia por ellos, los mejores ejemplos son principalmente de herbívoros en el registro fósil –los enanos no son tan populares como los gigantes-. Por ejemplo, el enanismo producido en los elefantes y mamuts de diversas islas del mundo se ha producido por la escasa vegetación que existe en las islas donde ellos se desarrollaron; en otras palabras es más difícil mantener una manada de 10 elefantes de talla ‘normal’ que una de 10 enanos, por lo que el enanismo será seleccionado positivamente mientras que las tallas normales y gigantes serán eliminadas con el tiempo.
El registro fósil nos provee de diversas fuentes de ‘aberraciones’ biológicas insulares y una de las más interesantes –en lo que respecta al mesozoico- procede de la Europa de entre hace 70 y 65 millones de años, la denominada isla de Hateg cerca de Transilvania, hoy Rumania. Durante el Cretácico esta isla del oeste Europeo se ubicaba al norte del mar de Tetis (ahora el mediterráneo) y albergaba una fauna que impresionó a los paleontólogos conforme se describía a principios del siglo XX.
Figura 4. Ubicación pretérita de la isla de Hateg.
Entre los estudiosos de Hateg destaca el excéntrico Barón Franz Nopsca von Felsõ-Szilvás (1877-1933) quien además de describir varios de los dinosaurios de Rumania era uno de los escasos proponentes –en aquella época- de que los dinosaurios formaban un único grupo (por entonces se mantenía que saurisquios –como Tyrannosaurus- y ornitisquios –como Triceratops- eran en realidad grupos separados de reptiles), él señaló con una precisión asombrosa para alguien de su tiempo que en sus tierras existieron dinosaurios enanos (no se conocían dinosaurios de este tipo en ningún otro lado del planeta e incluso hoy parecen ser los únicos conocidos) y que estos se habían transformado de esta manera debido a que la naturaleza los había moldeado así para poder sobrevivir y por lo tanto representaban nuevas especies de las conocidas en el resto de Europa y el mundo. Si pensamos con detenimiento en esta propuesta nos parecerá natural pensar en selección natural y evolución pero ¡en aquella época Darwin no había propuesto aún su teoría! No cabe duda que Nopsca –aún siendo un déspota aristócrata, soldado fiel, espía y un fallido rey autoproclamado de Albania - estaba adelantado a su época pues ‘abrió’ las líneas de investigación en dinosaurios en los campos de Paleobiogeografía, Paleohistología, Paleoecología, Paleoetología, ente otras e instó a estudiar de forma multidisciplinar los hallazgos fósiles –hay que aclarar que en la época del barón esto no se llevaba a cabo y para él como para nosotros hoy, era imperativo estudiar la sedimentología donde yacían los dinosaurios así como su sexo para evitar describir nuevas especies infundadas-. Entre muchos otros organismos fósiles, Nopsca estudió a los géneros de dinosaurios Telmatosaurus, Rhabdodon, Struthiosaurus y Magyarosaurus, todos ellos de Hateg.
Figura 5. Nopsca en traje de soldado albano.
Entre los dinosaurios que existieron ahí estaban los siguientes: Rhabdodon priscus, Telmatosaurus transylvanicus, Struthiosaurus transylvanicus, Magyarosaurus dacus, Elopteryx nopcsai, Megalosaurus hungaricus y Europasaurus holgeri. Además de estos dinosaurios, les acompañaba un pterosaurio gigante, el Hatzegopteryx thambema que rivalizaba en talla con el norteamericano Quetzalcoatlus de 12m de envergadura.
Figura 6. Algunos dinosaurios de Hateg a escala. Ilustraciones de Kawasaki Satoshi (excepto C). A) Struthiosaurus transylvanicus, B) Elopteryx nopcsai (basado en Troodon formosus), C) Rhabdodon priscus, D) Telmatosaurus transylvanicus, E) Magyarosaurus dacus y F) Europasaurus holgeri. Composición propia
A esta fauna se le han añadido dos nuevas especies de dinosaurios, Paludititan nalatzensis y Balaur bondoc. El primero es un saurópodo titanosaurio basado principalmente en una serie de vértebras caudales y el segundo es un dromaeosaurido bastante peculiar. Mientras que el Elopteryx nopcsai –otro dromaeosaurido que inicialmente fue descrito como un ave- apenas alcanza el metro de longitud, Balaur no disminuyó en talla comparado con sus símiles asiáticos –que es el área geográfica de la que proceden sus ancestros más cercanos-. Este ‘raptor’ posee dos características anatómicas que lo hacen único entre todos los otros velocitaptorinos –subfamilia a la que pertenece-, estas son que posee una mano únicamente con dos dedos (III y IV) y que posee dos “garras asesinas” en las patas traseras.
Figura 6. Balaur bondoc, ilustración de Sergey Krasovskiy.
Las manos de este “dragón rechoncho” –literalmente, pues en rumano arcaico Balaur significa ‘dragón’ mientras que bondoc ‘rechoncho o robusto’- recuerdan vagamente a las manos didáctilas de Tyrannosaurus pero en una versión menos miniaturizada y con los dedos equivocados (el T-rex tiene únicamente los dedos II y III). Los pies eran otra historia, la doble garra es una novedad evolutiva única de esta especie y es el único dinosaurio carnívoro que transformó su dedo I del pie en un garfio con garra funcional. Algunos experimentos biomecánicos muestran que los ‘raptores’ no utilizaban sus garras para cortar en rebanadas a sus presas –tal y como nos enseñaron nuestros libros de dinosaurios durante décadas-, sino que eran más como puñales que servían para perforar arterias y órganos importantes y así matar a la presa, tomando en consideración esto, ¿cómo usaba su doble arsenal Balaur? es aún un misterio pero debió ser algo bastante violento.
Mientras más hallazgos como estos tengan lugar –no solo en Hateg- sabremos más de dinosaurios que alguna vez habitaron el planeta, bizarro o no, Balaur representa una novedad en el radiante árbol evolutivo de los dinosaurios y una excepcional criatura isleña.
Literatura recomendada