En el tema pasado veíamos que para conseguir darle identidad a los restos fósiles se recurre a dos enfoques, el morfológico y el morfométrico. Pero presenté el tema en su contexto más rosa e idílico. Veamos ahora los demonios del primer enfoque. ¡Tiemblen amantes de las formas!
El demonio mayor de los morfólogos es el avatar de la variación. Se regocija enviando a sus tres leales sirvientes demoníacos: la edad, el sexo y la geografía. Resulta que los bichos no son todos iguales (primer corolario de la evolución), todos presentan variación y ésta es normal (no hay dos personas idénticas [que no sean clones] por ejemplo). Pero nos interesa la variación más desconcertante. Veamos cada una por separado.
A todos nos resulta obvio que los niños son distintos de los adultos. Pues lo mismo ocurre con los animales. Los juveniles son distintos de los adultos. Esta variación produce que podamos errar nuestra identificación de un ejemplar fósil e incluso, asignarle a una especie nueva (e.g. caso Pachycephalosaurus-Stygimoloch-Dracorex).
En la mayoría de los casos el reconocer que se tiene un adulto es relativamente fácil (con la experiencia adecuada). La mayoría de los mamíferos (por ejemplo) exhiben zonas de osificación cercanas a la punta de los huesos largos que delatan a un joven. Y no sólo eso, los dientes decíduos o "de leche" son distintos de los permanentes. Y estas diferencias pueden ser notadas, pero sólo por aquellos que sepan dónde, qué y cómo buscar.
A veces, tenemos que la diferencia de edad no es apreciable "a ojo", sino que hay que recurrir a técnicas más analíticas. Citaré dos ejemplos clásicos. El primero tiene que ver con la histología, donde los jóvenes tienen por lo general, huesos menos compactos. En el caso de los dientes, existen trabajos muy completos sobre grados de desgaste y su correlación con la edad biológica de la criatura. Y así, existen muchos ejemplos no sólo con vertebrados, sino también con invertebrados.
Ahora, imagina que no conoces estos pormenores ¿cuántas especies inexistentes identificarás? Y esto podría parecerte risible, pero muchas especies fósiles descritas (especialmente a finales de siglo XIX e inicios de siglo XX) eran en realidad juveniles o ancianos. El diablillo del tiempo se ríe de nosotros.
Este súcubo de la identificación es el más elusivo de los tres. A veces se presenta a nosotros de forma obvia, seduciéndonos para establecer una nueva especie inválida. Otras veces, no se nos presenta en absoluto, pero alza la duda sobre si está o no en la habitación y si dos especies muy similares son o no disintos sexos. Verán. Existe una cosa llamada dimorfismo sexual, que hace que hembras y machos de una especie no sean exactamente iguales, los ejemplos más clásicos los vemos en los pavos reales o los leones. Pero resulta que esa variación extrema está en los tejidos blandos, que casi nunca fosilizan ¿cómo notarlos?
Hay un hecho curioso que no siempre se presenta y/o reconoce: los huesos de hembras y machos son distintos. La cosa es que se han hecho muy pocas caracterizaciones de estas diferencias y la mayoría podrían ser de orden métrico (eso lo veremos después). Entonces, hay que trabajar bajo la premisa de que la variación observada podría o no ser causada por dimorfismo sexual. Pero aún no os regocijéis, que nos queda un último diablillo.
Hoy, nuestra especie se distribuye en todo el mundo y sus individuos viajan de lado a lado del globo. Aún con esto, se mantienen las diferencias morfológicas (y osteológicas) entre los habitantes de las diferentes regiones de la tierra. En lo general, un hindú, un inglés, un japonés y un aborígen australiano son diferentes (hasta en los huesos). Estas diferencias ancestrales son producto de miles de años de aislamiento reproductivo. Y aunque a muchas especies les toma una cantidad de tiempo similar el conseguir la diferenciación morfológica, a otras les toma menos, sorprendentemente menos.
La cosa es que la mayoría de las especies tienen variación morfológica en sus rangos de distribución. Por ejemplo, el venado cola blanca (Odocoileus virginianus) es sorprendentemente variable; los de la península de Yucatán (México), son enanos comparados con los del norte de Estados Unidos. Ahora imagine que usted es un paleontólogo y encuentra fósiles se estos venados en Washington y Yucatán... ¿Sabría que son la misma especie? Le puedo asegurar que no. Esto es especialmente cierto si no tenemos la información de los tejidos blandos ni toda la distribución geográfica representada. Y ¿qué creen? Esto es precisamente lo que NO tiene el registro fósil. Y supone un gran problema que a menudo se discute, especialmente con especies numerosas y en un rango geológico y geográfico limitado.
Además de los tres diablillos, la variación tiene otro súbdito que podría parecer pequeño, pero sólo de lejos; se trata, de la variación aleatoria. Ésta se produce por muchas causas, algunas desconocidas.
Citaré las causas conocidas (de las que me acuerdo): gigantismo, enanismo, teratomorfosis (individuos deformes de forma congénita), asimetría bilateral, deformaciones patológicas y otras que no recuerdo de momento.
Con toda esta variación potencial, es sorprendente que los paleontólogos podamos identificar algo ¿verdad? Bueno, pues en realidad no... ya que los organismos preservados en el registro fósil son casi por lo general, miembros dentro del rango mínimo de variación; es decir, los "normales". Pero en algunas ocasiones si se presentan bichos raros. La cosa es que sepamos reconocerlos y que siempre tengamos en mente que esto puede ocurrir. Sólo de esta forma, los paleontólogos podemos indagar con seguridad en el pasado, sin que nos devoren los demonios que asechan en las sombras.
El demonio mayor de los morfólogos es el avatar de la variación. Se regocija enviando a sus tres leales sirvientes demoníacos: la edad, el sexo y la geografía. Resulta que los bichos no son todos iguales (primer corolario de la evolución), todos presentan variación y ésta es normal (no hay dos personas idénticas [que no sean clones] por ejemplo). Pero nos interesa la variación más desconcertante. Veamos cada una por separado.
Los demonios de la edad, el sexo y la geografía se mofan del morfólogo inexperto. Arte de Łukasz Dudek.
1. Edad
A todos nos resulta obvio que los niños son distintos de los adultos. Pues lo mismo ocurre con los animales. Los juveniles son distintos de los adultos. Esta variación produce que podamos errar nuestra identificación de un ejemplar fósil e incluso, asignarle a una especie nueva (e.g. caso Pachycephalosaurus-Stygimoloch-Dracorex).
El famoso ejemplo en el que tres dinosaurios eran en realidad etapas del desarrollo de uno. Ilustración por Alessio Ciaffi.
En la mayoría de los casos el reconocer que se tiene un adulto es relativamente fácil (con la experiencia adecuada). La mayoría de los mamíferos (por ejemplo) exhiben zonas de osificación cercanas a la punta de los huesos largos que delatan a un joven. Y no sólo eso, los dientes decíduos o "de leche" son distintos de los permanentes. Y estas diferencias pueden ser notadas, pero sólo por aquellos que sepan dónde, qué y cómo buscar.
Radiografía de una persona joven, donde en rojo (horrible) se aprecian las placas metafisiarias características de un individuo que no ha acabado de crecer. Fotografía de radiodiagnosticodigitaloral.com
Mano de un adulto. Note que carece de las placas metafisiarias, revelando que ya ha terminado de crecer. Fotografía de escuela.med.puc.cl
Un diente "de leche" de una vaca, comparado con uno arqueológico. Fotografía y composición de jakes-bones.com
A veces, tenemos que la diferencia de edad no es apreciable "a ojo", sino que hay que recurrir a técnicas más analíticas. Citaré dos ejemplos clásicos. El primero tiene que ver con la histología, donde los jóvenes tienen por lo general, huesos menos compactos. En el caso de los dientes, existen trabajos muy completos sobre grados de desgaste y su correlación con la edad biológica de la criatura. Y así, existen muchos ejemplos no sólo con vertebrados, sino también con invertebrados.
Cambios histológicos del hueso de los dinosaurios Psittacosaurus lujiatunensis. La progresión de edad va de a a d. Observe cómo los juveniles tienen más "huecos" que los adultos, donde vemos hueso más compacto. Tomado de este estudio.
De arriba a abajo, grados de desgaste dental progresivo del antilocáprido Hexobelomeryx fricki. Tomado de este estudio.
Ahora, imagina que no conoces estos pormenores ¿cuántas especies inexistentes identificarás? Y esto podría parecerte risible, pero muchas especies fósiles descritas (especialmente a finales de siglo XIX e inicios de siglo XX) eran en realidad juveniles o ancianos. El diablillo del tiempo se ríe de nosotros.
2. Sexo.
Este súcubo de la identificación es el más elusivo de los tres. A veces se presenta a nosotros de forma obvia, seduciéndonos para establecer una nueva especie inválida. Otras veces, no se nos presenta en absoluto, pero alza la duda sobre si está o no en la habitación y si dos especies muy similares son o no disintos sexos. Verán. Existe una cosa llamada dimorfismo sexual, que hace que hembras y machos de una especie no sean exactamente iguales, los ejemplos más clásicos los vemos en los pavos reales o los leones. Pero resulta que esa variación extrema está en los tejidos blandos, que casi nunca fosilizan ¿cómo notarlos?
Dimorfismo sexual hipotético en Anchiornis. Imagine que sólo hay dimorfismo en las plumas ¿cómo darnos cuenta en los fósiles? Arte por la artista Emily Willoughby.
Hay un hecho curioso que no siempre se presenta y/o reconoce: los huesos de hembras y machos son distintos. La cosa es que se han hecho muy pocas caracterizaciones de estas diferencias y la mayoría podrían ser de orden métrico (eso lo veremos después). Entonces, hay que trabajar bajo la premisa de que la variación observada podría o no ser causada por dimorfismo sexual. Pero aún no os regocijéis, que nos queda un último diablillo.
3. Geografía.
Hoy, nuestra especie se distribuye en todo el mundo y sus individuos viajan de lado a lado del globo. Aún con esto, se mantienen las diferencias morfológicas (y osteológicas) entre los habitantes de las diferentes regiones de la tierra. En lo general, un hindú, un inglés, un japonés y un aborígen australiano son diferentes (hasta en los huesos). Estas diferencias ancestrales son producto de miles de años de aislamiento reproductivo. Y aunque a muchas especies les toma una cantidad de tiempo similar el conseguir la diferenciación morfológica, a otras les toma menos, sorprendentemente menos.
Razas humanas de Asia. Arte por
La cosa es que la mayoría de las especies tienen variación morfológica en sus rangos de distribución. Por ejemplo, el venado cola blanca (Odocoileus virginianus) es sorprendentemente variable; los de la península de Yucatán (México), son enanos comparados con los del norte de Estados Unidos. Ahora imagine que usted es un paleontólogo y encuentra fósiles se estos venados en Washington y Yucatán... ¿Sabría que son la misma especie? Le puedo asegurar que no. Esto es especialmente cierto si no tenemos la información de los tejidos blandos ni toda la distribución geográfica representada. Y ¿qué creen? Esto es precisamente lo que NO tiene el registro fósil. Y supone un gran problema que a menudo se discute, especialmente con especies numerosas y en un rango geológico y geográfico limitado.
Imponente macho de venado cola blanca de Yucatán. Fotografía de mayananswer.over-blog.com
Macho de venado cola blanca del norte de EUA. Quizá no lo note, pero la diferencia de tamaño es espectacular. Fotografía de awapro.com
Además de los tres diablillos, la variación tiene otro súbdito que podría parecer pequeño, pero sólo de lejos; se trata, de la variación aleatoria. Ésta se produce por muchas causas, algunas desconocidas.
El diablillo de la variación aleatoria no debe ser ignorado, podría ser el más malévolo de todos. Arte por Andrew Olson.
Citaré las causas conocidas (de las que me acuerdo): gigantismo, enanismo, teratomorfosis (individuos deformes de forma congénita), asimetría bilateral, deformaciones patológicas y otras que no recuerdo de momento.
Astas del mismo individuo de reno en dos mudas consecutivas, como se aprecia, las astas no son simétricas. Tomado de este libro.
Con toda esta variación potencial, es sorprendente que los paleontólogos podamos identificar algo ¿verdad? Bueno, pues en realidad no... ya que los organismos preservados en el registro fósil son casi por lo general, miembros dentro del rango mínimo de variación; es decir, los "normales". Pero en algunas ocasiones si se presentan bichos raros. La cosa es que sepamos reconocerlos y que siempre tengamos en mente que esto puede ocurrir. Sólo de esta forma, los paleontólogos podemos indagar con seguridad en el pasado, sin que nos devoren los demonios que asechan en las sombras.
Los 4 jinetes del apocalipsis de la variación. Jeje.
ResponderEliminarJejeje, algo así :D
EliminarSALUDOS
Supongamos por un momento que soy tu nieto preguntón: Abuelito Roberto, ¿Podrías contarme la historia del Pachycephalosaurus-Stygimoloch-Dracorex?
ResponderEliminarHola
EliminarVeamos... *modo abuelo activado*
Mira mijito... hace mucho tiempo unos viejos como yo, pero que ya están muertos, descubrieron unos huesos de lagartija gigante con casco de football americano y le pusieron un ché nombresote que mejor ni te digo, le diremos "paquito". Luego otros viejillos apestosos encontraron otro lagartijo con casquito, pero su casco tenía picos atrás y le pusieron "estigi"... y un poco después unos nerds de jarry poter le pusieron a otro lagartijo con casco casi de cartón "rey dragón de la escuela esa"... Pero luego llegó el viejito más amargado y cabrón de todos, el mismo que echó a perder parque jurásico... Y con un amiguito de él dijeron que el paquito, el estigi y el dragón ese eran la misma fregadera, que resultó que eran nomás el mismo lagartijo en diferentes edades. Uno era un chamaco preguntón como tu, el otro era un adolescente que escuchaba reguetoskapunk y el otro era un fino y distinguido caballero. Y antes de echar a la basura los otros nombres, había que ponerse de acuerdo para saber qué nombre usar. Y pues resulta que paquito fue su primer nombre. Entonces los científicos flojos le siguieron diciendo paquito hasta hoy, olvidándose de los otros nombres, porque no eran otros lagartijos diferentes, sino el mismo.
¿Entendiste mijo?
Bien, ahora tráeme mi bastón láser.
*modo abuelo off*
Jajajajaja, buenisimo!!!!!!
EliminarDifícil tiene que ser sí,
ResponderEliminarPienso en los osos Ursus arctos del sur de Europa,y los mas gigantescos de Kodiak.
Por otro lado aún con selección "guiada" hay una pequeña diferencia entre un perro Chihuaha y un gran dogo. Ambos de la misma especie. Las diferencias naturales en espacios aislados geográficamente también podrán ser grandiosas.
Jorge sv